En la entrada del blog dedicada al primer mapa impreso de España vimos que este mapa representaba, en realidad, la Hispania romana (Tabula II Europae) en tiempos de Claudio Ptolomeo (siglo II). La Geographia de Ptolomeo, la obra más influyente en la historia de la cartografía, fue rescatada del olvido europeo en el siglo XIII en Bizancio y dio el salto definitivo en su difusión cuando en 1406 se tradujo al latín en Florencia, en pleno proceso renacentista.
Por tanto, la obra de Ptolomeo fue adoptada como ciencia geográfica académica oficial en Europa más de 1.300 años después de su creación. Aunque los humanistas de la época resultaron inmediatamente impactados al comprobar que la ciencia cartográfica ptolemaica era muy superior a la medieval a pesar del enorme intervalo de tiempo trascurrido, tiempo después empezaron a observarse discrepancias importantes entre el aspecto de determinadas regiones en los mapas de la Geographia y el perfil conocido a partir de fuentes más actuales.
Es así como surgieron las llamadas tabulae modernae o novae (mapas modernos o nuevos), que delineaban (aunque no sustituían) algunos mapas de la Geographia de manera más acorde a la realidad, conforme a información más reciente procedente, en gran medida, de las cartas portulanas utilizadas para navegar en el Mediterráneo (tarea imposible de acometer con los mapas ptolemaicos).
Se atribuyen a Nicolaus Germanus (activo en Florencia desde 1466) los primeros mapas modernos añadidos en códices manuscritos de la Geographia, concretamente los de España (Figura 1), Italia y norte de Europa, a los que después se añadirían los de Francia y Palestina. Aproximadamente en los mismos años, Piero del Massaio, otro renombrado autor de manuscritos de lujo de la Geographia, produjo también diversos mapas modernos entre los que se encontraba igualmente el de España. El perfil de la costa peninsular pasaba, pues, del típico aspecto ptolemaico triangular a otro más parecido al real.
Figura 1. Mapa ptolemaico (izda.) y moderno de España (dcha.). Ambos pertenecientes a un códice manuscrito de Nicolaus Germanus (ca. 1467). Biblioteka Narodowa
Cuando aparecieron las ediciones impresas de la Geographia (Figura 2) se siguieron incluyendo mapas modernos en un número cada vez mayor, y terminaría representándose incluso el Nuevo Mundo poco después de sus descubrimiento. Debido precisamente a que la primera edición impresa, en Bolonia en 1477, no contenía mapas modernos, el primer mapa impreso de España no podía ser otro que el clásico ptolemaico.
Figura 2. Tabula II Europae (izda.) y Tabula Moderna Hispaniae (dcha.). Laurentius Phrisius (Estrasburgo, 1525). Instituto Geográfico Nacional.
No deja de ser curioso contemplar el fenómeno de las tabulae modernae bajo nuestro prisma actual ya se trataba, básicamente, de presentar juntas en una misma obra dos representaciones cartográfica paralelas de una misma realidad: la de Ptolomeo, imbuida de una autoridad absoluta y, por tanto, indiscutible, y la imagen moderna, basada en datos empíricos más actuales pero que, en lugar de contradecir al sabio alejandrino, se mostraba de manera respetuosa hacia la autoritas ptolemaica sin sustituirla. En definitiva, un mundo a la carta y a gusto del consumidor.
Marcos Fco. Pavo |
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Jefe del Área del Registro Central de Cartografía Instituto Geográfico Nacional Ministerio de Fomento |
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