El 9 de julio de 1522 la nao Victoria, única superviviente de las cinco que iniciaron el primer intento de circunnavegación de la Tierra (figura 1), arribó a las islas de Cabo Verde, situadas frente a la costa occidental de África. En una última y heroica etapa sin escalas, casi tres años después de su partida, la nave capitaneada por Juan Sebastián Elcano pretendía llegar sin interrupción desde la isla indonesia de Timor hasta España doblando el cabo de Buena Esperanza y evitando en todo momento el encuentro con cualquier buque portugués.
Figura 1. Atlas de Battista Agnese, 1544. Biblioteca Nacional de España. Mapa del mundo donde se representa la ruta seguida por Magallanes y Elcano
En caso de toparse con los portugueses, Elcano sabía perfectamente que serían apresados en virtud de las cláusulas del Tratado de Tordesillas de 1494 (fig. 2), que otorgaba a Portugal la exclusividad absoluta en la navegación y el comercio en el hemisferio oriental, delimitado por el meridiano de demarcación. Apurados por el hambre y la sed no tuvieron más remedio que proveerse de víveres en Cabo Verde y, para ello, intentaron simular que habían sido arrastrados hasta allí por una tormenta desde aguas «españolas», en lugar de confesar su verdadero lugar de origen, las codiciadas islas Molucas o de las Especias, cuya situación en uno u otro hemisferio estaba en disputa a principios del siglo XVI debido a la imposibilidad de determinar con precisión su longitud geográfica.
Figura 2. Carta de Cantino, 1502. Biblioteca Estense de Módena. Mapa más antiguo conservado donde se traza el meridiano de demarcación del Tratado de Tordesillas (1494)
Aunque finalmente tuvieron que huir precipitadamente porque los portugueses descubrieron el engaño, consiguieron avituallarse para completar el último tramo del viaje hasta España. Una vez a salvo, los dieciocho tripulantes supervivientes cayeron en la cuenta de un hecho inexplicable: los hombres que habían desembarcado en Cabo Verde con una lancha para avituallarse aseguraban que en la isla era jueves, mientras que todos los datos de a bordo, minuciosamente registrados, indicaban que estaban en miércoles. Aunque al principio no dieron con la causa de este extraño fenómeno, posteriormente recibieron la explicación científica, hasta entonces no planteada porque nadie había rodeado el mundo en su totalidad en un viaje. Como relata el propio Antonio Pigafetta, uno de los supervivientes y cronista del viaje, «no hubo error, sino que, habiendo efectuado el viaje todo rumbo a occidente, y regresando al lugar de partida (como hace el sol con exactitud), nos llevaba el sol veinticuatro horas de adelanto». Es decir, el sol, mediante el cual se cuentan los días, había amanecido para los hombres de la Victoria un día menos que para los europeos, puesto que la ruta continua hacia occidente les había hecho «huir» del sol en su implacable persecución desde el Este.
Aunque en 1522 no existía ninguna duda sobre la esfericidad de la Tierra, este hecho suponía otra evidencia empírica más para añadir a las que ya detectaron los griegos varios siglos antes de Cristo. Curiosamente, Julio Verne introduciría en 1872 una anécdota similar en su libro La vuelta al mundo en ochenta días, aunque en este caso el protagonista, Phileas Fogg, cree haber completado la vuelta al mundo en un día más de los realmente empleados, al seguir siempre la ruta hacia el Este, justo al contrario que Elcano y su tripulación.
En 2019 se conmemorará el V centenario del inicio del viaje de Magallanes y Elcano alrededor del Mundo, la mayor gesta marítima de la historia que supuso un antes y un después en la concepción de las dimensiones de la Tierra y de la configuración de sus continentes.
Figura 3. Maris Pacifici. Abraham Ortelius, 1589. Primer mapa dedicado al oceáno Pacífico, bautizado así por Magallanes. En la parte inferior derecha se puede observar el grabado de la nao Victoria, con un texto en latín alusivo a su gesta
Marcos Fco. Pavo |
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Jefe del Área del Registro Central de Cartografía Instituto Geográfico Nacional Ministerio de Fomento |